“La paciencia no es simplemente la capacidad de esperar, es cómo nos comportamos mientras esperamos”.
Joyce Meyer
La paciencia es otra de las actitudes básicas de la práctica de mindfulness. Muchas veces estamos impacientes porque suceda la siguiente cosa importante y perdemos los momentos que vivimos por esa impaciencia. Para cultivar la paciencia intencionalmente, hay que reconocer de manera profunda que las cosas suceden a su manera y que las cosas no pueden ser aceleradas. Esto se ve por ejemplo cuando siempre estamos apurados en llegar a algún lado, el resultado es que nunca estamos donde realmente estamos, lo cual es triste y una gran pérdida en nuestra vida.
Algunas veces somos impacientes con otras personas, otras veces lo somos con el trabajo, otras veces lo somos porque queremos terminar las cosas rápidamente. Pero el cultivo de la paciencia es el cultivo de una sabiduría que nos sana profundamente y nos renueva. Es reconocer que muchas cosas no pueden ser aceleradas y que suceden en su momento correcto. Si aprendemos a ser pacientes con nosotros mismos, entonces podremos vivir en el momento presente, teniendo una gran comodidad y profundidad, tanto de la aceptación como del conocimiento que van asociados.
La paciencia quizás sea la virtud más beneficiosa porque atiende el estado más dañino, que es la ira. La ira es muy peligrosa porque puede hacer mucho daño en poco tiempo. Cuando surge el estado de enfado, de ira, se apodera de nosotros como ningún otro. Puede sacarnos de quicio y robarnos el discernimiento, lo que puede provocar que en segundos podamos agredir a alguien, verbal o físicamente.
La paciencia es paz, una paz que uno siente independientemente de la dificultad o de la violencia que exista alrededor o de la agresión que podamos recibir. Y esa paz en la tormenta viene de la aceptación. La aceptación es el estado causal y la paciencia es el estado resultante. Cuando aceptamos quiénes somos, cuando aceptamos la realidad tal cual es, de ahí viene la paz y la tranquilidad.
Categorías de la paciencia
La primera categoría de la paciencia es en relación a los daños recibidos de otras personas, lo que nosotros percibimos como su maldad o su mala voluntad. Si observamos con paciencia, podremos descubrir que hay poca maldad en el mundo y en realidad lo que hay es mucho caos y mucha ignorancia, pero poca maldad. Pero ese descubrimiento requiere paciencia para conocernos a nosotros mismos. Si nos comprendemos profundamente y analizamos por qué dijimos algo ofensivo, por qué hicimos algo dañino, vamos a descubrir que no había maldad, pero sí mucha confusión, miedos, todo tipo de apegos y de expectativas irreales. Si tenemos paciencia para comprender cómo funcionamos íntimamente, tendremos el modelo perfecto para empatizar con el resto de personas. Los demás son igual que nosotros en esencia, la fórmula es igual, lo que varía es el escenario, los colores, los nombres, las experiencias, pero la secuencia de eventos es casi idéntica.
La segunda categoría de la paciencia es en relación a las dificultades que conlleva el entrenamiento mental y el desarrollo espiritual. Este segundo tipo de paciencia tiene que ver con lo tolerantes que somos con las auto-exigencias a la hora de entrenarnos, que no siempre coinciden con nuestros gustos (estar sentados, dolores corporales, pasar frío o calor, afrontar nuestros defectos, etc).
Y la tercera categoría de paciencia es en relación a poder tolerar la verdad, no solo la relativa, sino la verdad última que nos asusta. Esta es una verdad que ya está aquí y ahora, entre cada respiración, entre cada pensamiento, y que nos inquieta enormemente.
En este vídeo puedes ver por qué la paciencia es tan importante:
Cinco buenas razones para desarrollar la paciencia
1. La paciencia empodera
Paciencia no es sinónimo de pasividad ni de resignación, sino de poder. Consiste en esperar el momento justo para actuar, sin desesperarse, de manera que podamos sacar el máximo provecho de las circunstancias u obtener los mejores resultados con el mínimo esfuerzo posible.
Ser pacientes implica no malgastar nuestra energía, eligiendo sabiamente qué batallas luchar y cuándo es el momento adecuado para entrar en ellas. Es un estado activo en el que decidimos conscientemente esperar para hacer nuestro movimiento, lo cual significa que pasamos de ser personas reactivas a convertirnos en personas reflexivas. Y ese cambio nos brinda un enorme poder.
2. Las mejores decisiones se cocinan al fuego lento de la paciencia
En el extremo opuesto de la paciencia se encuentra la impaciencia, que a menudo conduce a la frustración, sobre todo cuando la gratificación no llega tan rápido como deseamos. Y cuando nos convertimos en víctimas de la impaciencia y la frustración las emociones toman el mando, haciendo que cometamos errores.
Por el contrario, la paciencia nos da el tiempo que necesitamos para decidir. Nos permite asumir una distancia emocional de las dificultades y obstáculos que nos presenta la vida para analizar la situación desde diferentes perspectivas o recopilar nuevos datos que nos ayuden a tomar una decisión más informada.
3. Es un escudo que protege nuestro equilibrio emocional
La paciencia es una de las mejores herramientas que tenemos a nuestra disposición para proteger nuestro equilibrio emocional. Así lo confirma un estudio publicado en The Journal of Positive Psychology en el que se apreció que quienes han desarrollado la paciencia interpersonal y son capaces de enfrentar a las personas molestas con ecuanimidad reportan sentirse más esperanzados y satisfechos con sus vidas.
En ese estudio, la capacidad para lidiar con la adversidad sin desesperarse, siendo pacientes y perseverantes, también se relacionó con un mayor nivel de felicidad. Por otra parte, quienes sabían afrontar con paciencia las molestias cotidianas, como las largas colas en el cajero o los atascos de tráfico, tenían una mejor salud mental y menos signos de depresión y ansiedad.
4. Sin la paciencia, las metas se quedan en sueños
El camino al éxito es largo y quienes no están dispuestos a recorrerlo con paciencia jamás verán grandes resultados. Todo proyecto que merece la pena demanda pagar una cuota de esfuerzo, sacrificio y perseverancia. En este sentido, un estudio clásico de la psicología, publicado en la revista Developmental Psychology y realizado con niños de 4 años de edad, demostró que aquellos que eran capaces de esperar pacientemente retrasando la gratificación con el objetivo de tener una recompensa mayor se habían convertido en adolescentes independientes capaces de lidiar mejor con las dificultades y con mejores resultados académicos.
5. La paciencia es un pegamento social que ayuda a construir y mantener relaciones
Cuando se trata de relaciones interpersonales, ya sea de pareja, entre amigos o con simples conocidos, la paciencia es fundamental. De hecho, la paciencia se correlaciona positivamente con rasgos de la personalidad como la amabilidad.
Así lo confirma un estudio publicado en la revista Personality and Individual Differences en el que se sugiere que las personas pacientes son más cooperativas, empáticas, equitativas y perdonan con mayor facilidad. Lo interesante es que también son vistas como personas más cálidas, lo cual no solo les abre las puertas de las relaciones interpersonales, sino que también les permite conservarlas y tener menos fricciones sociales.
Termino con este vídeo para reflexionar sobre la paciencia:
Muchas gracias por leerme y un abrazo afectuoso,
Ismael